La banda que vería mil veces en concierto: The Rolling Stones

De nuevo avisaron que estarían rodando.  Sentí esa adrenalina que me hizo vibrar en mi primera vez con ellos en Buenos Aires unos años atrás. Desde la noticia abandoné parcialmente todo lo que andaba haciendo. 

Empecé a escuchar en orden de salida sus canciones  en los trayectos hacia mi trabajo. Me puse la camiseta del Big Bang Tour para ir a dictar clase, para ir a hacer mercado y hasta para dormir. Y soñé con ver todos los conciertos de la gira que más pudiera.  Todos y cada uno. Pero bueno, elegí el de Kansas.

Esta crónica sobre lo que sucedió en el concierto de los Stones del 27 de junio del 2.015 en Kansas City. Empieza con la pérdida de mi boleta. Para hacer corta la historia: una mesera por error botó el sobre a la basura mientras yo iba a una cita al Hotel Savoy (ni alcancé a mirarla). Justo pasó el carro de la basura y chao. Cuando volví no podía creer mi suerte.  Hice público el asunto en redes sociales. Muchos lectores me escribieron y algunos me reconvinieron, me aconsejaron y hasta me invitaron a oír música a su casa.  Pero en un lugar tan organizado fue elemental tener una copia.  Yo no sabía.  Vivo en otro país.  Mi amiga Meghan Fox (no es la actriz) solamente tuvo que imprimir de nuevo el código de barras.

A propósito, si pasan por Kansas City deben echar una mirada al restaurante del Savoy. Es como si no pasaran los años. Todo está dispuesto de la misma forma que en los años 30 y 40. Usted se convertirá en un traveling dentro de una película. Todo. Hasta los meseros le darán esa experiencia única, así como su deliciosa comida.

En la entrada en una de las paredes hay un artículo y un viejo acetato en donde se hace referencia al famoso tema de jazz “Stompin´at the Savoy”. Pero no se confunda porque en realidad no se refiere a este sino a una sala de baile en Brooklyn, N.Y.,  Pero bueno esa es otra historia. Lo que pasa es que esta es una ciudad muy musical.

A la entrada del estadio no hubo filas. Fue fácil por la cantidad de personal logístico leyendo los códigos de las boletas y porque cada paso está calculado. Respeto por todo lado. Siga usted primero por favor.  El lugar y la silla numerada ayuda un montón.

Y empezó el desfile de hippies verdaderos que por un momento detuvieron mi tiempo e incluso me llevaron brevemente a los 60.  Luego noté que había un montón de ancianos vestidos con camisetas negras de viejos tours que solamente Sandro Romero Rey (Gurú de la raza “Stoniana” en América Latina) debe conocer. Algunos con evidente presbicia tenían la camiseta negra pero la banda equivocada en la espalda.  Otros llamaron mi atención porque llevaban la misma camiseta con el letrero: Club de la Risa y vestían gafas oscuras (recordé la película de John Belushi y Dan Aykroyd  donde jamás se quitaban las gafas de sol).

Mi amiga me hizo notar que el desfile era más poderoso de lo que mi alma rockanrolera estaba notando. Así que abrí los ojos al tamaño de un redoblante cuando, sentadas, paradas, hablando, en silencio coqueto y por las escaleras aparecieron por todos lados mujeres en “cut off” (tal vez por el verano muchas decidieron cortar sus jeans y sin duda sus bolsillos porque a esa altura no debía haber o estaban rotos y sin fondo) Lo interesante es que con la prenda para evitar el tremendo calor, como zapato todo valía: botas de soldado, botas vaqueras, chanclas.

La más extrema en esta suerte de “hot pants” me pareció muy “rollinga” al principio (tipo de seguidora argentina de la banda en cuestión) porque además de llevar chanclas con taches (esto existe)  tenía una presencia ruda con su camiseta esqueleto negra, pero al darse la vuelta dos enormes tatuajes asomaban en su espalda: la gata de “Hello Kitty” en cada homoplato, como ayudándole a re definir a los presentes en el Arrowhead Stadium la palabra: “kitsch”

En donde deberían pararse Wood, Richards y Jagger había tres pantallas.  Justo cuando me preguntaba qué onda con ellas salió a escena Ed Sheeran (canta autor inglés que llenó tres veces seguidas el Estadio Wembley,  él solito)  para darme la respuesta. Empezó a cantar y como la gente se animó le fueron dando una parte de las pantallas laterales hasta llegar a un tercio de ellas y luego hasta la mitad. Salió solo a enfrentarse a “El Lobo” pero con su guitarra y actitud se ganó al público.

En verdad es un fenómeno desde hace cuatro años con dos discos editados.  El primero tiene dos de mis favoritas “Lego House” y con la que ganó un montón de premios “The A Team”.  Las tocó.  Al igual que “I´m a Mess”, “Don´t/ No Diggity/ Nina”, “Photograph”, “I Was Made to Love Her” de Stevie Wonder, “Bloodstream” y “Thinking Out Loud”.

Era tanta su felicidad que le contó a los asistentes que hizo volar a su mamá desde Inglaterra para esta noche soñada.  Con ello se terminó de echar al bolsillo a la audiencia y salió tan aplaudido que apenas si tocaba la madera del escenario con los pies yendo al camerino.

Luego se apagaron las luces  y el rugido de los presentes se escuchó hasta Bosa (en el límite de Bogotá).  Y empezó un video con mil referencias de las “Piedras Rodantes” antes de sorprendernos con “Start Me Up” (venían abriendo los conciertos del tour  con “Jumpin´Jack Flash”).  Miren con atención el auto homenaje tan bello:

Recordamos en dónde estábamos con los zapatos de Ronnie Wood. De un rojo tan prendido que se veían brillar hasta afuera del estadio.  Eran dos luces más pero en homenaje a Dorothy del “Mago de Oz”.  Ustedes ya saben el libro: Ella viajó de Kansas a Oz por un tornado. En la realidad los Stones se dejaron venir con “It´s Only Rock´n´Roll (But I Like It) y “Tumblin Dice” (con la que siempre recuerdo a Linda Rondstadt)

Miré hacia el cielo y detrás del escenario estaba asomada La Luna y al otro lado la visita de Júpiter a Venus iluminando aún más ese hermoso atardecer naranja de verano.  Sonó “Gloom and Domme” y cerré los ojos.  Cuando me tocó abrirlos noté que los asistentes siguieron con indiferencia la canción (muy nueva para ellos tal vez) y fue su momento perfecto para ir por cuarta vez por cerveza.  Me paré y dejé pasar a quienes libaban sin límite.  Al finalizar la canción estoy casi seguro que fui el único en el estadio que chifló de la emoción. Recuerdo que los vecinos me miraron con la cara que seguro usaron quienes unos días después vieron el “porrazo” (caída) que se dio Keith Richards en Indianapolis.

Para la siguiente canción llamaron a Ed Sheeran a acompañarlos y el joven compositor saludo a “su banda” (por tres minutos).  Escuchó el chiste que le soltó Ronnie al oído.  Buscó a su mamá entre el público para darle las gracias por haberlo traído al mundo para este instante de gloria y “su banda” empezó a tocar “Beast of Burden”.  Momento sublime que podemos ver acá:

Para subir el tono aún más, Jagger recordó que vinieron a la ciudad por primera vez en 1.972. Luego explicó que previo a ello, cuando empezaron, solían tocar un tema en Inglaterra, mucho antes de todo, por allá en el 63 y supimos que se venía un momento único.  Y sí.  Hicieron el cover de “Kansas City” de Little Willie Littlefield. Este fue el instante:

La gente no podía estar más contenta.  Los Rolling Stones acababan de cantar uno de los himnos que definen a la ciudad de Kansas y entonces me llegó el olor a weed. (Recordé el libro “Conciertos del desconcierto” de Manuel Giraldo) y giré para ver el origen del humero y reconocí a los personajes del “Club de la Risa” y lo entendí todo.  Ahí atronó “Bitch” y el estadio entero se paró a cantar.

En “Wild Horses” la gente necesitó recargar el mega vaso de cerveza o coctel y registré que había más de uno verderamente pasado de copas.  Al frente, a los lados.  Por todos lados. Una dama completamente bronceada y vestida con un traje largo azul que se abría por partes como velas de barco, se mecía como uno al garete y mis vecinas (que andaban con dos tipos que salieron de permiso de alguna cárcel según lo que decían que iban a hacer con las amigas) andaban casi listas para irse una semana de fiesta corrida (perfectos)  Así sonó:

Cuando andaba revisando quién de los como setenta mil espectadores andaba sobrio, atacaron con “Street Fighting Man”   Mick explicó que esta era la canción que la audiencia eligió antes del concierto.  No fue la que yo voté pero disfruté mucho los cuatro minutos del tema. Y ni noté cuando la pegaron con “Honky Tonk Woman” hasta que dejé de mirar a la gente porque sus rostros reflejaban lo proyectado en las pantallas. El coro del estadio resumió la felicidad absoluta de los fieles.

El viento trajo de nuevo el aviso del nombrado Club y me percaté de que reían felices y al parecer sus vecinos se habían contagiado mucho mucho, pero mucho.  Creo que los conciertos los hace uno pero la compañía ayuda un montón. Con un público acostumbrado a los Rolling Stones yo esperaba tranquilidad pero me tocó al lado del carnaval.

La camiseta oficial de la gira
La camiseta oficial de la gira

Jagger tal vez inspirado por la felicidad del momento no dejó de bromear cuanto pudo con Keith y Ronnie (a quien el estadio le dio una ovación recordando que acababa de cumplir 40 años con la banda).  Se notaba que Mick estaba disfrutando a manotadas y eso le transmitía a la banda.  Así que llegado el momento de las presentaciones estuvo particularmente contento. Tanto que cuando presentó al baterista, lo hizo como Charlie “Chip and Dale” Watts.  Jagger se re torció de la risa y buscó a Wood para compartir el momento y le picó el ojo. Watts mientras tanto vino al frente del escenario a saludar y no se dio cuenta que Jagger salió corriendo por un objeto azul que estaba atrás. Lo alcanzó y le puso a Charlie en la cabeza esa tela.  Este se la quitó con fuerza y miró.  Cuando entendió que era la gorra del equipo de béisbol de la ciudad, los Royals, se la dejó y sonrió con su gran cara de bacalao. Se la retiró con cuidado cuando llegó de nuevo a la batería.

Siguieron los temas de Keith al micrófono. Eligió “Before They Make Me Run” y “Happy”.  Miré a una familia disfrutando del concierto.  El papa conminaba a sus hijos a corear con él con los ojos.  La escuela del rock andando en vivo y en directo.

Luego vino un bloque perfecto.  De esos que uno canta con el alma.  Gritando casi. Y en el que pasó de todo: Mick Jagger pidió el celular a una fan y se hizo una selfie de él en la tarima y con ella y sus amigos en el fondo; la cantante de sesión y corista Lisa Fisher enamoró una vez más a la audiencia con su perfecta voz, mientras alguien decía que ella merece una carrera en solitario; medio estadio hizo el riff en el aire de “Jumpin´”, aunque no lo cantaron al estilo argentino;  el señor del frente al saltar emocionado casi perdió los pantalones y nos tocó ver su marca de calzoncillos y lo impolutos que estaban (fue entre chistoso y patético el descuido); Mick en un efecto bien logrado, estuvo envuelto en las llamas de la pantalla tomada por una cámara frontal y superpuesta en vivo en las otras pantallas, mientras con su capa interpretaba al demonio; una joven que acompañaba a un señor infinitamente borracho abandonó su lugar, aunque no creo que el concierto; como es costumbre Ronnie Wood hizo cantar su guitarra como un dios;  noté que el sonido subía sutilmente en el instrumento que lideraba en cada momento específico, a un nivel de perfección absurdo; vi el clímax de la fiesta en las caras y en el sonido exquisito.

Este bloque tuvo este orden: “Midnight Rambler”, “Miss You”, “Gimme Shelter”, “Jumpin´Jack Flash”, “Sympathy For The Devil” y “Brown Sugar”.  Les dejo la experiencia con la Fisher:

Cuando regresaron de tomar agua bendita y ponerse ropas frescas (que incluyó una boina negra para el cantante)  y luego de que el estadio les pidiera volver casi de rodillas,  el Kansas City Chamber Choir avisó que se trataba de “You Can´t Always Get What You Want”.  Para ello se apostaron por mitades a ambos lados del escenario con sendos directores.  Jagger hizo cantar al estadio que ya estaba enterado de lo que seguía como despedida.

Y llegó el gran final con  (I Can´t Get No) Satisfaction  con la locura y el desorden que esta canción suele hacer en el alma afectada por el sonido de los Rolling Stones y en este caso ayudada con algo de licor (ni una sola pelea a pesar de ello)  Una gigantesca  fiesta en paz y feliz.

La salida fue sencilla y suave como a la entrada. En la rampa dos personas comentaban a su grupo que lo mejor fue Ronnie y lo que hizo con la guitarra.  De acuerdo siempre de acuerdo pensé. Luego para ir al siguiente momento de la noche no hubo trancones.  Todo estuvo tranquilo y controlado.  Un público diferente, ciudadanos diferentes.

Nosotros nos fuimos a un bar a escuchar música.  Es que prometían pasar todas las canciones de nuestra banda favorita: The Rolling Stones.

Mauricio Tamayo Tamayo
@Mautulin